Sin embargo, a pesar de la existencia de mitos acerca de estas criaturas en la Antigüedad, el folclore de la entidad que hoy conocemos como «vampiro» se origina casi exclusivamente a partir de principios del siglo XVIII el sureste de Europa, como las tradiciones orales de muchos grupos étnicos de la región han registrado y publicado. En la mayoría de los casos, los vampiros son seres no muertos malvados, víctimas de suicidio, o brujas, pero también puede ser creados mediante la posesión de un cadáver por un espíritu malévolo o al ser mordido por un vampiro. La creencia en tales leyendas fue tan habitual en algunas zonas que se registraron casos de histeria colectiva e incluso de ejecuciones públicas de las personas sospechosas de ser vampiros.
Características generales del mito
Universalidad y origen
La figura del arquetipos universales, relacionado con la
Muerte, si bien en la obra de Jung no se hace mención expresa al vampiro, siendo una de las imágenes ancestrales constituyentes del
inconsciente colectivo. Las criaturas sedientas de
sangre como
espectros nocturnos,
íncubos, aparecidos,
nigromantesno muertos y
hombres lobo emergen de la oscuridad de la sociedad primitiva, transformándose en recuerdo en el presente. Entre ellos, el vampiro es quizás la criatura más universal.
[]vampiro, como monstruo nocturno, forma parte, para algunos autores, del conjunto de
«Lo más inquietante de todos los monstruos nocturnos, y del más allá que nos acometen desde las pesadillas y la mitología de la humanidad, en último extremos, es su analogía. Ningún pueblo de la Tierra que aprende a dominar y a servise de la naturaleza, regresó a ella sólo como doncella, sino también como una figura aterradora. No hay ningún pueblo en la Tierra que no haya soportado sus gorgonas, hombres lobo,
ghoules y muertos vivientes. Cuán difícil, cuán espiritual y cuán general puede ser, respectivamente, el concepto divino, mientras que, por el contrario, los fantasmas de las esferas más bajas que aúllan en los bosques jamás hollados, que salen de las tumbas o que se encorvan sobre el durmiente, han sido siempre de una claridad poética descriptible»
Dieter Sturm y Klaus Völker, Von denen Vampiren und Menschensaugern, pág. 259[]
A través de este origen, que puede remontarse a la caza y el miedo a la
oscuridad[] en las sociedades
neolíticas, se explica que aparezcan entidades «vampíricas» en tradiciones tan separadas geográficamente. Estas entidades mitológicas, si bien son diferentes en algunos de sus aspectos, mantienen una remarcable unidad en su esencia: una criatura que vuelve de la muerte para alimentarse del
elixir de la vida, la
sangre.
La sangre es el elemento central en las tradiciones acerca de vampiros. Como arquetipo, es un símbolo del alma, de la fuerza vital, además de ser central en
religiones como el
cristianismo. Cuando un vampiro bebe la sangre de sus víctimas consume su energía en beneficio propio, frecuentemente sin violencia, pues la propia víctima no se da cuenta del ataque
] Según algunos autores desde una perspectiva
psicoanalítica, la mordida del vampiro está más relacionada con el
sexo que con la violencia.
Elementos comunes
El mito del vampiro une el mundo de la muerte con el de los vivos. Ambas experiencias, cosmogónicas, están íntimamente unidas a los temores colectivos ante el sufrimiento, la oscuridad, el vacío y la
sombra, sentimientos propios de los seres humanos de todas las culturas y épocas, lo que hace que el folclore sobre vampiros vaya evolucionando y releyéndose en simbólicamente. Si en la Europa medieval servía como explicación simbólica de la
peste, el vampiro sigue siendo actualmente un símbolo del mal y una forma de responder ante la angustia de la muerte, ya deseando su
inmortalidad o temiendo su poder. En palabras de
Freud:
«Muchas personas consideran siniestro en grado sumo cuanto está relacionado con la muerte, con cadáveres, con la aparición de los muertos, los espíritus y los espectros... Pero difícilmente hay otro domino en el cual nuestras ideas y nuestros sentimientos se han modificado tan poco desde los tiempos primitivos, en el cual lo arcaico se ha conservado tan incólume bajo un ligero barniz, como en el de nuestras relaciones con la muerte. Dos factores explican esta detención del desarrollo: la fuerza de nuestras reacciones afectivas primarias y la incertidumbre de nuestro conocimiento científico (...) Nuestro inconsciente sigue resistiéndose, hoy como antes, a asimilar la idea de nuestra propia mortalidad»
En la Antigüedad
Mesopotamia
Mesopotamia fue una zona en la que aparecieron gran número de
supersticiones acerca de
demonios bebedores de
sangre. Los historiadores señalan a los
persas como una de las primeras civilizaciones en escribir
relatos sobre estos demonios. Se han excavado fragmentos de
cerámica en los que aparecen representadas criaturas tratando de beber sangre de personas.
Lilith
En la antigua Babilonia existían cuentos sobre la mítica
Lilitu, que dio lugar a la
Lilith y sus hijas, las «
Lilim» de la
demonología judía y la
Haggadah. Lilitu era considerada un demonio que subsistía gracias a la sangre de bebés recién nacidos.
[Sin embargo, su equivalente hebrea se alimentaba también de carne de
adultos.
La leyenda de Lilith fue originalmente incluida en algunos textos judíos tradicionales. Según la tradición popular medieval, fue la primera mujer de
Adán, antes de Eva.
En estos textos, Lilith abandonó a Adán para convertirse en la reina de los demonios, tras negarse a ser su subordinada y, por tanto, ser expulsada del Edén por
Yahvé mismo. Ya como demonio, al igual que la
estirge romana, buscaba la sangre de bebés y sus madres por la noche y, en menor medida, de los hombres. Como la
Ley judía prohíbe terminantemente
comer carne humana o beber cualquier tipo de sangre, la conducta de Lilith se consideraba excepcionalmente malvada. Para evitar sus ataques, los padres utilizaban
amuletos que colgaban de la
cuna de sus hijos.
Una versión alternativa de la leyenda relata que Lilith/Lilitu (y un espíritu del mismo nombre) surgió originalmente en Sumeria, donde se asocia a una «bella e
infértil doncella», una
prostituta y vampiresa que, después de haber elegido un amante, nunca le deja ir. Lilitu y los espíritus similares eran representados como figuras
antropomorfas con patas de
pájaro, demonios del
viento o de la
noche y depredadores sexuales que subsistían gracias a la sangre de bebés y sus madres.
Otros demonios
Otros demonios de Mesopotamia como la diosa babilónica Lamashtu, (y su equivalente
Dimme en
Sumeria), los
Gallu y los
Uttuke son también mencionados como de naturaleza vampírica.
Lamashtu es una figura cuya descripción es históricamente más antigua a la de Lilith y que influyó en su posterior mitología. Muchos hechizos la invocaban como «Malvada Hija del Cielo» o de
Anu y era a menudo descrita como una terrorífica criatura sedienta de sangre con cabeza de
león y cuerpo de
burro. Como Lilitu, Lamashtu atacaba principalmente a los recién nacidos y sus madres. Se decía que vigilaba con particular atención a las mujeres
embarazadas, especialmente durante el
parto. Después, arrebataría el recién nacido a su madre para beber su sangre y comer su carne. En los llamados
textos de Labartu se la describe así:
«Allá donde venga, allá donde aparezca, trae el mal y la destrucción. Hombres, bestias, árboles, ríos, caminos, edificios, a todos trae perjuicios. Es un monstruo sediento de sangre y hambriento de carne fresca».
Otro grupo de demonios estrechamente relacionada con Lilith son los Gallu, aunque este término se utiliza en general para referirse a varios espíritus malignos llamados «malvados
Uttuke» o «malvado
Galli». Uno de los hechizos en los que se les invocaba les describe como entidades que amenazan las casa, atacan a la gente, comen su carne, y, como dejan que su propia sangre caiga como la lluvia empozoñando los
campos, nunca pueden parar de atacar a las personas y de beber sangre humana.
Lamashtu, Lilitu, y los Gallu son invocados en diferentes textos mágicos para la creación de amuletos. Posteriormente, la figura de un Gallu se recupera en un mito
greco-
bizantino como
Gello,
Gylo o
Gyllo. Allí aparece como un demonio femenino que roba y asesina niños, de forma similar a las
lamias.
Antiguas Grecia y Roma
En la mitología romana, las
larvae o lemures eran espectros que regresaban de la muerte, pero no tienen ninguna relación con la sangre.
Los personajes mitológicos más relacionados con la figura del vampiro son siempre mujeres, aunque no fueron consideradas
no muertas, como
Empusa y
Lamia, ambas relacionadas con la diosa
ctónica del
inframundo Hécate, y la
estirge de la
mitología romana. Con el tiempo los dos primeros términos generales se convirtieron en palabras para nombrar a las brujas y demonios, respectivamente.
Empusa
Empusa era hija de la diosa ctónica Hécate y era descrita como una criatura demoníaca, con una pata de
burro y otra de
bronce. Se transformaba en una mujer joven y hermosa y mediante esta argucia conseguía seducir a los hombres antes de beber su sangre mientras dormían.
Lamia
Lamia, por su parte, era hija del rey
Belo y una
amante secreta de
Zeus. Cuando
Hera, la
esposa de Zeus descubre la infidelidad de éste, mató a todos los hijos de la relación. La mortal Lamia, transformada por el dolor en un
híbrido entre
mujer y
serpiente, juró
venganza y asesinó a varios niños pequeños mientras descansaban en sus camas por la noche, bebiendo su sangre.
Plutarco recoge la leyenda de que Lamia podía sacarse los ojos y volver a ponérselos. Otras tradiciones afirman que
Hera la maldijo con no poder cerrar los ojos, de tal forma que nunca pudiera borrar la imagen de sus hijos muertos.
Estirge
Al igual que Lamia, las estirges se alimentan de
niños, pero también buscan hombres jóvenes como presa. Se les describe como criaturas con cuerpo de los
cuervo o de
aves en general, y más tarde fueron incorporados a la
mitología romana como una especie de ave nocturna que se alimenta de carne humana y sangre.
La raza de vampiros rumanos llamada
Strigoï no tiene relación directa con las estirges grecorromanas, pero su nombre, como el del
Shtriga albanés y el
eslavo Strzyga, deriva de la mitología romana, a pesar de que los mitos acerca de estas criaturas son más similares a sus equivalentes eslavas que a las clásicas.
Mormo
Mormo era un espíritu que mordía a los niños con mal comportamiento, compañero de
Hécate. El nombre, posteriormente, se amplió para referise también a una mujer vampiro que asustaba a los niños. Esta referencia se encuentra principalmente en algunas de las obras de
Aristófanes.
India
Por otra parte, los demonios Pishacha,
espíritus de hombres malvados regresados de la muerte, y los
bhūta o
Prét es el alma de un hombre que ha muerto prematuramente y deambula por los cementerios reviviendo cadáveres, además de atacar a los vivos de forma similar a los
gules. Presentan también algunas de las características asociadas a los vampiros, como la habilidad para convertirse en animales. En el norte de la India, existen
leyendas acerca del
BrahmarākŞhasa, una criatura similar a a un vampiro, con la cabeza cubierta de
intestinos y una
calavera de la que bebe sangre.
Kālī
La deidad hindú Kālī posee
colmillos, viste una
guirnalda de cadáveres o
calaveras, y tiene cuatro brazos. Está íntimamente relacionada con la sangre y sus
templos están ubicados cerca de los lugares de cremación en toda la India. En un relato mitológico, las diosas Kali y
Durgā lucharon contra el demonio
Raktavija (en
sánscrito «semilla de sangre»), que podría reproducirse a sí mismo a partir de cada gota de su sangre derramada. Kali bebió toda su sangre sin derramar nada, con lo que pudo ganar la batalla y matar al demonio.
Europa occidental
Europa central
Folclore eslavo
Algunas de las causas mas comunes de vampirismo en el
folclore eslavo se basan en la figura de un
mago de comportamiento
inmoral que, tras sufrir una muerte «antinatural» o prematura, como el
suicidio, fallecer
excomulgado, ser
enterrado sin los adecuados rituales, haber saltado un animal o haber volado un
ave sobre el cuerpo o el sepulcro vacío, e incluso por haber nacido con el
saco amniótico cubriéndole la cabeza, con dientes, con cola, o haber sido concebido en determinados días, se convertía en vampiro.
En el sur de Rusia, se consideraba que las personas que hablaban con ellos mismos corrían el riesgo de convertirse en vampiros. Los vampiros eslavos eran capaces de convertirse en
mariposas, pues las tradiciones populares simbolizaban el
alma separada del
cuerpo con una mariposa. En algunas tradiciones se habla de «vampiros vivientes» o «personas con dos almas», una especie de
brujas capaces de dejar su cuerpo y participar en actividades nocivas y vampíricas mientras duermen. Entre las creencias de los pueblos eslavos orientales, especialmente entre los habitantes de las regiones del norte (es decir, la mayor parte de Rusia) los «no muertos», a pesar de tener muchas de las características de los vampiros de otros pueblos eslavos, no beben
sangre y su nombre no deriva de la raíz común eslava para «vampiro». Por su parte, las
leyendas ucranianas y
bielorrusas son más convencionales. En Ucrania, los vampiros no pueden ser descritos como muertos, sino como seres malvados mucho antes de su muerte. En el folclore ucraniano también se describe a los vampiros como personas con el
rostro rojo y pequeñas colas. Durante las
epidemias de
cólera en el
siglo XIX, hubo casos de personas quemadas vivas por sus vecinos, acusadas de ser vampiros.
En el folclore de los pueblos eslavos del sur, se creía que un vampiro había de pasar por varias etapas en su desarrollo. Los primeros cuarenta días se consideraban decisivos para la creación de un vampiro, que comenzaba sólo como una sombra invisible que gradualmente se fortalecía gracias a la sangre que había succionado. Formaba así masa gelatinosa y deshuesada que evolucionaba hacia la creación de un cuerpo humano casi idéntico al que la persona había tenido en vida. Esta evolución permitía a la criatura abandonar su
tumba y comenzar una nueva vida. El vampiro, que era generalmente de sexo
masculino, era también sexualmente activo, y podía tener hijos, ya sea con su viuda o con una nueva esposa.
Estos hijos, llamados dhampiros en
romaní o
vampirović en
serbio, podían convertirse también en vampiros, pero también poseían la habilidad especial de ver y poder matar
no muertos, por lo que solían convertirse en eficaces
cazadores de vampiros. El mismo talento se atribuía a las personas nacidas en sábado, llamadas
sabbatarios, en
búlgaro sâbotnichav, y en
griego sabbatianoí.
Con el fin de conjurar la amenaza de los vampiros y la enfermedad, uno de los métodos consistía en que dos hermanos gemelos dirigiesen una
yunta de
bueyes con
arado e hicieron un surco con ella alrededor del pueblo. Otra tradición popular afirma que debía romperse un
huevo y clavarse un
clavo en suelo de la casa de una persona fallecida recientemente. Además, dos o tres mujeres
ancianas debían internarse de noche en el
cementerio después del
funeral y clavar cinco
espinas o cinco
cuchillos viejos en la tumba: uno en el lugar donde se coloca el pecho del
cadáver y los otros cuatro en las posiciones de los brazos y las piernas. Otros textos describen la costumbre de subir una
colina hacia atrás con una
vela encendida y una
tortuga para evitar a los vampiros. Alternativamente, se podía rodear la tumba con un hilo rojo de
lana, que después se prendía hasta quemarse por completo. Si se escuchaba un ruido por la noche y que se sospecha que un vampiro acechaba furtivamente la casa de alguien, gritar «Ven mañana, y te daré un poco de sal» o «Vamos, amigo, consigue algunos peces, y vuelve» conseguía hacer huir al vampiro.
Rumanía
Los vampiros rumanos eran conocidos como
moroi (a partir de una palabra eslava que significa «
pesadilla») y
strigoi, éste último vivo o muerto. Los
strigoi vivos eran
brujas que viven con dos
corazones o dos
almas, a veces ambos, y que tendrían la capacidad de enviar sus almas por la noche para reunirse con otros strigoi y consumir la
sangre de animales y vecinos. Del mismo modo, los
strigoi muertos eran
cadáveres reanimados que succionaban sangre y atacaban a sus antiguas familias.
Los strigoi se convierten en no muertos después de su muerte, pero también hay muchas otras formas por las que una persona podía convertirse en un vampiro. Niños que nacieran con el
saco amniótico cubriéndoles la cabeza, un
pezón de más, cola o abundante pelo, estaban condenados a convertirse en vampiros. El mismo destino se aplica al séptimo hijo de cualquier familia, si todos los hermanos anteriores eran del mismo sexo, así como alguien nacido demasiado pronto o alguien cuya madre había encontrado un
gato negro que cruzara su camino. Si una mujer embarazada no comía
sal o mantenía amistad con un vampiro o una bruja, su hijo también podía convertirse en un vampiro. Del mismo modo lo harían los hijos nacidso fuera del
matrimonio, aunque muchas de estas
supersticiones tienen un marcado carácter moralizante. Otros sujetos en riesgo de convertirse en vampiros eran los que muriesen de una muerte no natural o antes del
bautismo. Por último, un
pelirrojo con los ojos azules es considerado un
strigoi en potencia.
Los vampiros rumanos muerden a sus víctimas en el corazón o entre los ojos. Algunas tumbas eran abiertas cinco o siete años después de la sepultura para comprobar si el cadáver presentaba síntomas de
vampirismo, antes de ser lavado y devuelto.
Grecia
De manera muy diferente a sus precursores antiguos, el vampiro griego moderno, llamado βρυκόλακας,
vrykolakas o καταχανάδες,
katakhanades, en la isla de
Creta, de los que derivan los
vârcolac rumanos, eran seres que volvían de la muerte para vengarse de sus familiares, a los que devoraban vivos.
La creencias acerca de estos vampiros, que tienen mucho en común con el vampiro tradicional, a los que se les conoce comúnmente como han persistido a lo largo la historia griega y llegó a estar tan extendida durante los siglos XVIII y
XIX que proliferaron muchas prácticas tanto para prevenir como para combatir el
vampirismo. Los fallecidos eran a menudo exhumados de sus tumbas después de tres años de la muerte y los restos colocados por sus propios familiares. Después se vertía
vino sobre ellas mientras un
sacerdote ortodoxo leía pasajes de las
Escrituras. Sin embargo, si el cuerpo no se había degradado suficientemente, el cadáver era considerado un
vrykolakas.
En el folclore griego, el vampirismo podía aparecer a través de diversos medios: el ser
excomulgado, al
profanar una fiesta religiosa, cometiendo un gran crimen o muriendo en la soledad. Otras causas, entre otras, son que un
gato saltase sobre la
tumba, comer
carne de una
oveja muerta por un
lobo, y ser
maldecido. Se pensaba que los
vrykolakas eran indistinguibles de las personas vivas, lo que ha dado lugar a muchos cuentos populares con este tema. Las
cruces y el
antidoron (pan bendito) de la
Iglesia Ortodoza Griega eran remedios eficaces para protegerse. Por otra parte, para evitar que los vampiros surgieran de los muertos, sus corazones se traspasaban con
clavos de
hierro mientras estaban en sus tumbas, o sus cuerpos era quemados y las cenizas esparcidas. Ya que la Iglesia Ortodoxa Griega se oponía a la quema de personas que hubieran recibido el
crisma en el rito del
bautismo, la
cremación fue considerado como el último recurso.
La histeria del siglo XVIII
Durante el siglo XVIII hubo un frenesí de avistamientos de
vampiros en Europa oriental, que condujo a frecuentes desenterramientos, con el objetivo de identificar y matar a los potenciales
no muertos. Algunos gobiernos incluso llegaron a dedicar
funcionarios a la tarea de cazar y clavar
estacas en los cuerpos de los posibles vampiros.
A pesar de ser llamado el «Siglo de las Luces», en el que muchas de las creencias tradicionales fueron objeto de burla y olvido, la creencia en los vampiros aumentó espectacularmente, lo que ha llevado a algunos historiadores a describir como una
histeria colectiva común a los pueblos de la mayor parte de Europa.
El pánico comenzó con un brote de unos presuntos ataques de vampiros en Prusia Oriental en
1721 y en los territorios gobernados por la
dinastía de los Habsburgo entre
1725 y
1734. Los dos famosos casos de vampirismo, los primeros en ser registrados oficialmente, tienen que ver con los cadáveres de los
serbios Peter Plogojowitz y
Arnold Paole. Plogojowitz murió con 62 años, pero al parecer regresó después de su muerte para pedir comida a su hijo. Éste se negó y fue encontrado muerto al día siguiente. Supuestamente Plogojowitz regresó después y atacó a algunos vecinos, que murieron a causa de una pérdida masiva de
sangre. En el segundo caso, Arnold Paole, un soldado retirado dedicado a la agricultura que al parecer había sido atacado por un vampiro años antes, murió mientras recogía
heno. Después de su fallecimiento murieron algunas personas de las cercanías, y el pueblo creyó que sus muertes se debían a un Paole que había regresado para vengarse de sus vecinos.
Los dos incidentes fueron bien documentados. Varios funcionarios del gobierno examinaron los cuerpos y escribieron los correspondientes informes de casos, mientras se publicaban libros acerca del caso en toda Europa. Este caso de histeria, al que comúnmente se refieren los historiadores como la «controversia sobre vampiros del siglo XVIII», duró una generación. El problema se vio agravado por las epidemias de presuntos ataques de vampiros en zonas rurales, sin duda causadas por la mayor cantidad de
supersticiones propias de las comunidades rurales, con
exhumaciones de cuerpos y, en algunos casos, clavado de estacas en los mismos. Aunque muchos estudiosos afirmaron durante este período que la existencia de vampiros no era más que una
leyenda y atribuyeron las noticias de «
no muertos» a
entierros prematuros o a la
rabia, la superstición siguió aumentando.
La controversia sólo cesó cuando la emperatriz María Teresa de Austria envió a su
médico personal,
Gerhard van Swieten, a
Moravia para investigar las denuncias de entidades vampíricas. El médico escribió un tratado médico y racionalista,
Abhandlung des Daseyns der Gespenster (
Discurso sobre la existencia de fantasmas) en el que concluye que los vampiros no existían y que la histeria es «fruto de la superstición y el barbarismo de gentes simples». La presencia de cuerpos
incorruptos se debía, según su estudio, a la
fermentación y a la falta de
oxígeno. Animada por esta investigación, la emperatriz aprobó varias
leyes para prohibir la apertura de las tumbas y la profanación de los cuerpos. A pesar de esta condena, la figura del vampiro siguió desarrollándose en las obras artísticas y en las superstición locales.
El testimonio de Calmet
Después de estos hechos, Dom Augustin Calmet, un respetado
erudito y
teólogo francés, elaboró un exhaustivo tratado en
1746,
Dissertations sur les Apparitions des Anges, des Démons et des Esprits, et sur les revenants, et Vampires de Hongrie, de Boheme, de Moravie, et de Silésie, que es ambiguo en relación con la existencia de vampiros. Calmet había acumulado una gran cantidad de informes sobre incidentes presuntamente relacionados con vampiros y numerosos lectores, incluso críticos como
Voltaire y
Benito Jerónimo Feijoo interpretaron tal tratado como una prueba de la existencia de los vampiros. En su
Diccionario filosófico, Voltaire escribió:
«Los vampiros eran muertos que salían por la noche del cementerio para chupar la sangre a los vivos, ya en la garganta, ya en el vientre, y que después de chuparla se volvían al cementerio y se encerraban en sus fosas. Los vivos a quienes los vampiros chupaban la sangre se quedaban pálidos y se iban consumiendo, y los muertos que la habían chupado engordaban, les salían los colores y estaban completamente apetitosos. En Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria y en Lorena eran los países donde los muertos practicaban esa operación. Nadie oía hablar de vampiros en Londres ni en París».
Otras tradiciones
Leyendas romaníes
Entre el pueblo romaní, se creía que los
mullo (literalmente, «alguien muerto») regresaban de entre los muertos y provocaban actos malvados, además de beber
sangre humana, la mayoría de las veces de un pariente o de la persona que había causado su muerte. Otras posibles víctimas eran aquellos que no respeten adecuadamente las ceremonias de entierro o guardasen los bienes del difunto en lugar de destruirlos adecuadamente. Las mujeres
vampiro podrían regresar, llevar una vida normal e incluso casarse, pero finalmente agotaban al
marido con su apetito sexual. Al igual que en otras tradiciones, los vampiros de sexo masculino podían ser padres y los niños,
dhampiros, solían convertirse en cazadores de vampiros.
Cualquier persona que tuviera un aspecto desagradable, le faltara un dedo, o tuviera apéndices similares a los de un animal podía ser considerado un vampiro. También podía convertirse en uno cualquier persona que muriera sola y oculta los demás,[99] o los cadáveres que ennegrecieran antes de entierro. Perros, gatos, plantas o incluso herramientas agrícolas podrían convertirse en vampiros. Las
calabazas o
melones guardados en casa durante un tiempo largo podrían comenzar a moverse, hacer ruidos o sangrar. Según el
etnólogo serbio Tatomir Vukanović, el pueblo romaní de
Kosovo cree que los vampiros son invisibles para la mayoría de la gente, pero pueden ser vistos por dos hermanos gemelos, hombre y mujer, nacidos en
sábado que llevasen sus ropas al revés. Del mismo modo, un poblado podría ser protegido por una pareja de gemelos que, al poder al vampiro descubierto por la noche, le harían huir inmediatamente.
Tradiciones judías
Los escritos rabínicos judíos medievales reinterpretaron la figura de
Lilith y, al atribuirla características propias de los
vampiros, dieron pie a la formación de varias tradiciones sobre entidades vampíricas, «hijas de Lilith», especialmente entre los estudiosos de la
Cábala.
Por ejemplo, se consideraba que esta versión de Lilith era capaz de transformarse en un animal, generalmente un gato, y encantar a sus víctimas haciéndoles creer que era una criatura benevolente e irresistible. Sin embargo, tanto ella como sus hijas no drenaban la sangre de sus víctimas, sino que las
estrangulaban hasta la
muerte.
Un documento cabalístico de finales del siglo XVII y principios del
XVIII relacionado con las hijas de Lilith fue hallado en una de las copias del
Zohar traducidas por
Jean de Pauly y custodiadas en la
Bibliotheca Philosophica Hermetica de
Joost Ritman. El texto contiene instrucciones para construir dos amuletos, una para los hombres (
lazakhar), otro para mujeres (
lanekevah). Las invocaciones de la amuletos mencionan a
Adán,
Eva, Lilith,
Chavah Rishonah y varios
ángeles: Sanoy, Sansinoy, Smangeluf, Shmari'el y Hasdi'el. Unas pocas líneas en
yídish muestran un diálogo entre el
profeta Elías y Lilith, en la que ha llegado con una serie de
demonios para matar a una madre, a su recién nacido y «beber su sangre, chupar sus huesos y comer su carne». En el diálogo confiesa a Elías que perderá su poder si alguien utiliza alguno de sus nombres secretos, que revela al final.
Otros relatos describen los vampiros judíos de forma más tradicional. En el relato tradicional El Beso de la Muerte, la hija del rey demonio Asmodeo arrebata el aliento de un hombre que la ha traicionado, de una forma que recuerda fuertemente a los beso mortales de un vampiro.
Un relato poco común se puede encontrar en el Sefer Hasidim 1465, en el que se habla de un viejo vampiro llamado
Astryiah que usa su pelo para drenar la sangre de sus víctimas. En el mismo libro se conserva la historia de la búsqueda del cadáver de una bruja al que se clava una
estaca en el corazón para garantizar que no volviera de la muerte para acechar a sus enemigos.
África
América
A finales del siglo XVIII y comienzos del
XIX, la existencia de los vampiros era una creencia generalizada en partes de
Nueva Inglaterra, en particula, en
Rhode Island y el
este de
Connecticut. Hay muchos casos documentados de familiares desenterrando a sus seres queridos para extraer sus corazones creyendo que el fallecido era en realidad un vampiro, responsable de la enfermedad y muerte de parte de la familia, aunque el término «vampiro» no fuera utilizado expresamente para describir a la persona fallecida.
En Nueva Inglaterra, la superstición afirmaba que la tuberculosis, conocida en el momento como «
consunción», era
contagiada por algún hombre fallecido por la misma enfermedad que volvía de la muerte y visitaba por las
noches a su familia. El más famoso y más recientemente registrado caso de sospecha de
vampirismo es el de la joven de diecinueve años
Mercy Brown, que murió en
Exeter,
Rhode Island en
1892. Su padre, asistido por el médico de la familia, exhumó su cuerpo dos meses después de su fallecimiento. Encontró el cadáver
incorrupto, probablemente debido a las bajas
temperaturas de Nueva Inglaterra, y extrajo su
corazón, que fue cortado, quemado hasta las
cenizas y sus restos utilizados como infusión para curar, sin éxito, a su hermano.
Asia
Enraizada en el folclore antiguo, la creencia moderna en vampiros se ha extendido por toda
Asia, desde cuentos sobre macabras entidades sedientas de
sangre en el continente, hasta seres vampíricos de las islas del sudeste de Asia.
Además de las referencias mitológicas, en la India, otros países asiáticos conservan tradiciones antiguas relacionadas con criaturas
no muertas similares a vampiros.
Japón
En Japón no se conserva ninguna leyenda nativa sobre vampiros. Los vampiros japoneses hicieron sus primeras apariciones en el
cine a finales de los años
1950.
Filipinas, Malasia e Indonesia
En Filipinas existen
leyendas acerca de mujeres
vampiro, seres que pueden separar partes de su cuerpo según su voluntad. Hay dos principales criaturas similares a los vampiros en Filipinas: el
mandurugo tagalo («succionador de sangre») y el
manananggal bisaya («auto segmentador»). El
mandurugo es una variedad del
aswang que adopta la forma de una atractiva mujer de día, y por la noche desarrolla
alas y una
lengua larga, hueca y similar a un
hilo. La lengua se utiliza para aspirar la sangre de una víctima dormida. El
manananggal se describe como una mujer hermosa, capaz de cortar su parte superior del
torso con el fin de volar por la noche con enormes alas similares a las de los
murciélagos con preferencia por cazar mujeres embarazadas mientras duermen en sus hogares. Usan una lengua similar a una
probóscide alargada para aspirar los
fetos y comer las entrañas de la mujer, en particular el
corazón y el
hígado, además de la
flema de los
enfermos.
Los penanggalan de Malasia pueden ser una bella mujer joven o anciana que haya obtenido su belleza a través de la
magia negra u otros medios no naturales, o bien una criatura oscura y
demoníaca por naturaleza. Es capaz de separar su cabeza, adornada por
colmillos de animal, y de hacerla volar por la noche en busca de sangre, por lo general de mujeres embarazadas. Los malasios cuelgan
jeruju (
cardos) alrededor de las puertas y ventanas de las casas, con la esperanza de que una
penanggalan no quiera entrar por temor a engancharse los
intestinos en las
espinas.
Por otra parte, una pontianak o
Hanto kopek, también llamada
kuntilanak o
matianak en
Indonesia, y
langsuir en
Malasia, es una mujer que, tras fallecer durante un
parto, se convirtió en
no muerta y busca de venganza aterrorizando a los habitantes de los pueblos. Toma la forma una atractiva mujer con largo cabello negro que cubre un agujero en la parte posterior de su cuello y que le succiona la sangre a los niños. Llenar el agujero cabello es el único método para destruirla. Antiguamente, durante los enterramientos se rellenaban las bocas de los
cadáveres con
perlas de
vidrio, se colocaban
huevos bajo cada
axila, y agujas en las palmas de las manos para evitar que las mujeres muertas durante el parto se convirtieran en
langsuir.
China
Los Jiang Shi (literalmente «cuerpo rígido»), a veces llamados «vampiros chinos» por los estudiosos occidentales, son cadáveres reanimados que brincan alrededor de los poblados causando la muerte de seres vivos para absorber su «esencia vital» (
qi). La tradición cuenta que se crean cuando el alma de una persona no abandona el cuerpo del difunto. Una característica inusual de este vampiro es, además de tener una larga mata de pelo blanco alrededor de sus cabezas, su
piel peluda y de color verde-blanca, tal vez derivada de los
hongos y
mohos que crecen cerca de los cadáveres. Estas criaturas mitológicas, combinadas con elementos típicos de los vampiros occidentales, han protagonizado varias
películas de terror orientales.